Igual que cayó la lona, el Corrupto caerá.
El pasado lunes, frente al Congreso de los Diputados, no se colocó solo una lona. Lo que se desplegó, a lo largo de 20 metros de tela y coraje fue un grito visual contra la impunidad, la arrogancia y la hipocresía institucional. En la lona se mostraba el rostro de Pedro Sánchez junto a la palabra “corrupto”, pero no era solo eso, es una manifestación de toda una sociedad que se niega a seguir callada. Se le tiraron a la cara todos los casos de corrupción que lo rodean y que no quiere ver.
Apenas unas horas después de su instalación, varios furgones de la Policía Nacional acudieron al lugar, presionando para que fuera retirada. No mostraron una orden judicial en ese momento, pero tenían indicaciones claras del Corrupto: que desapareciera lo antes posible porque al día siguiente tenía que ir al Congreso. No quería encontrarse de frente con su realidad.
Luego fuimos testigos de como en tiempo récord un juzgado dictó una medida cautelar exprés para obligar a su retirada. Lo hizo en plena noche, con ayuda de los bomberos municipales, como si de una operación secreta se tratase. Mientras la descolgaban no permitieron al equipo estar cerca, ¿de qué tenían miedo? Igualmente el equipo de Hazte Oír se negó a no registrar ese momento de pura cobardía.
Lo más preocupante no es la retirada de una lona. Lo realmente grave es el precedente que sienta. Porque hoy es una pancarta, mañana puede ser una manifestación o un artículo como este. Si una crítica visual se considera injuria, estamos entrando en un terreno muy peligroso para la libertad de expresión.
El PSOE, herido en su orgullo, ha presentado denuncia por injurias y calumnias. Pero, por supuesto, el Corrupto no fue capaz de presentarla por si mismo. Una vez más utilizó a su partido para quejarse de la denuncia visual que estaba frente al Congreso. Se les olvidó una cosa, la sátira, la denuncia visual, la protesta directa… todo eso está protegido por la libertad de expresión. Aunque duela. Aunque moleste.
El mensaje de la lona puede ser duro, incluso incómodo, pero no más que ver cómo se reparten contratos a dedo, se manipulan instituciones o se premia con indultos a quienes rompieron la ley. Lo que realmente indigna no es una pancarta, sino la impunidad. La lona solo pone palabras —y rostro— a esa indignación.
Desde el equipo de HazteOír ya han anunciado que responderán. Camiones LED, pegatinas, nuevas lonas, hay muchas ideas y muchas ganas de llevarlas a cabo. Esto ya no va solo de una denuncia judicial, va de quién controla el relato en la calle. Y en ese terreno, la censura suele ser un boomerang: por cada imagen que se borra, aparecen diez más.
Pedro Sánchez ha perdido algo más que una lona: ha perdido el control de la narrativa. Porque cuando un gobierno se molesta tanto por una pancarta, es que esa pancarta ha dado en el clavo.
Recordad que al poder hay que mirarlo de frente. Aunque duela. Aunque intente esconderse detrás de una orden judicial.